domingo, 7 de junio de 2015

Recapitulando. Neige

Redacto esta entrada el 07 de junio de 2015, mañana cumplo 30 años de edad: infante.

Hace 20 años yo era un niño modelo: nunca me metía en problemas, mis notas eran perfectas, era un católico ejemplar, tenía pocas amistades pues sabía escogerlas, era hogareño y altamente respetuoso, buscaba la perfección en todo lo que hacía, mi máxima prioridad eran mis estudios, estaba ciego ante los problemas familiares, ambicionaba la aplastante superioridad sobre mis contemporáneos en todo lo que hacía y el miedo al fracaso era inexistente, pues el trabajo duro nunca me dejó conocerlo. Toda una promesa.

Redacto esta entrada el 07 de junio de 2015, mañana cumplo 30 años de edad: adulto.

Hace 10 años mi mente era un caos: me preocupaba demasiado por asuntos familiares que no podía resolver, me buscaba problemas gratuitos, mis relaciones de amistad eran la cosa más frágil y desechable del mundo, mis ambiciones eran casi inexistentes, mi tiempo libre era abundante y mal arovechado, el miedo al fracaso era imperante en mi rutina, carecía de un oficio que me hiciera sentir pleno, mi mundo se encontraba dentro de 4 paredes y la apatía era mi compañera. Mi futuro era incierto.

 Redacto esta entrada el 07 de junio de 2015, mañana cumplo 30 años de edad: presente.

Son días extraños: los viejos problemas familiaries se han vuelto casi inexistentes, los nuevos me causan terror, mi vida espiritual se cimenta en un dogma personalizado, las amistades se multiplicaron y son más sólidas que nunca, mis prioridades son cada vez más enfocadas al bienestar de otros por encima del mío mismo, la búsqueda de la superioridad sobre el resto desapareció, el miedo al fracaso me emociona pues aprendí que el fracaso también abre nuevos caminos, no busco problemas pero tampoco los evado, mi oficio me gusta mucho y dejó de ser mi única fuente de ingresos, estoy sacando provecho tangible a conocimientos que creía inútiles, mi mundo se sigue expandiendo a alcances mayores y dando entrada a más gente que lo está conociendo (aunque sigo siendo un celoso de compartir mi tiempo libre), la apatía se aleja cada día más de mí, los planes a futuro siguen aumentando y cada día dedico más tiempo/recursos a llevar una vida más saludable.

Como me siento?
Emocionado. Emocionado por continuar con esta cadena de sucesos aleatorios que llamamos vida. Emocionado por esos grandes momentos que estoy seguro viviré los proximos 10 años y en los que ya estoy trabajando.

Como me siento?
Como si la vida me estuviera tratando injustamente, siento que al día de hoy estoy recibiendo más de lo que en realidad merezco/he sembrado. Se siente raro, se siente injusto. Siento que llevo una vida privilegiada por causas en las que yo no he trabajado lo suficiente. Siento que la justicia se olvidó de mí, como si me hubiera traspapelado entre sus archivos de buenaventura; como un tanuki tramposo.

Como me siento?
Siento que tengo atornillado el mundo a mi dedo meñique, siento que lo estoy levantando cuando en realidad estoy boca abajo.

                                               Mi mal trabajo de subtitulaje. LOL

miércoles, 3 de junio de 2015

Entrada #177 (actualización al blog luego luego de 3 años) // Falible



Han pasado cerca de 1000 días desde la última vez que escribí en este blog.
En 1000 días han ocurrido muchos cambios y sucesos en mi vida, que de haber seguido relatando en este medio hubiese duplicado facilmente la cantidad de entradas ya existentes.
Como no tengo la intención de hacerlo pasaré directo al tema, si dramas ni justificaciones (a quien le interese y tenga el tiempo de leerlo puede encontrar más de 17,000 tweets describiendo a detalle los últimos 3 años de mi vida en mi cuenta de twitter).

Hace algunos años le escuché decir a alguien que considero sabio que desde que el hombre aprendió a comunicarse, la mejor forma de transmitir el conocimiento a las masas es a través de historias.
Los libros no son para todos, pero todos tenemos nuestros oídos listos para escuchar una buena historia, oídos atentos y receptivos a una trama interesante y de final impredecible; una historia que nos provoque la necesidad de contarla de inmediato a nuestro más cercano oído receptor.

Hace algunos meses me contaron una historia sobrenatural, el narrador me aseguró que su historia provocaría en mí un miedo que no me dejaría dormir. Al final, toda la espectativa se desinfló ante un relato que estaba muy lejos de provocarme si quiera incomodidad.
Fue ahí cuando me decidí a escribir mi propio relato, uno que hiciera sacudir un miedo interno en el que todos (en algún momento de nuestra vida, o durante toda) llevamos con nosotros: "la otra vida"

Al finalizar mi relato, terminé más que satisfecho. Lo compartí con varias personas y el resultado fue el esperado: angustia, incomodidad, conflicto. El objetivo se cumplió, las risas que escondían la turbulencia de una creencia sacudida me daban la razón.

Después de 1000 días de no escribir en este blog, quise que esta entrada tuviera carnita. Carnita como en lo buenos tiempos, cuando los Pingüinos peleaban con Gansitos, cuando mi relación con Megaman era de amor/odio, como cuando mis intentos culinarios terminaban con alfileres enterrados en mis dedos. Después de todo, que es el ser humano sin una historia qué contar?



Hace frío aquí, el aire es denso y a mi alrededor otros como yo tiemblan en sollozos de arrepentimiento, sollozos intermitentes de pecadores sin consuelo.
El suave y casi relajante movimiento de esta barca será posiblemente el último momento de reflexión en mi existencia.

Durante toda mi vida escuché diferentes versiones sobre lo que llamaban "la otra vida", relatos que hablaban de un juicio a nuestros actos al final de nuestros días y que sería resuelto con un castigo o premio divino, la luz o la sombra, el dolor o el placer, la salvación o el martirio. "La otra vida nos espera a todos", decían.
Jamás hice caso a estas historias, sin embargo viví mi vida de forma recta, con un comportamiento que, aunque nunca intachable, siempre buscaba evitar meterme en problemas con otras personas; participando siempre que pude en obras caritativas y viviendo siempre como un buen hijo, como un buen vecino, como un buen ciudadano, un buen esposo, honestamente jamás como alguien intachable pero sí como alguien que procuraba aportar a la sociedad.
Jamás hice caso a esos relatos sobre el gran juicio, pero viví pensando en que aún si tal cosa existiera estaba listo para afrontarlo. Y no por pensar de manera arrogante, pero sí como algo que, en caso de suceder, posiblemente me permitiría salir bien librado en base a la positiva y pacífica vida que llevé. Nunca me detuve mucho tiempo a pensar en ello de cualquier forma.
Y así fué como llegué al último día de mi vida en este mundo. Mi partida fue como la de muchos, tirado en el suelo de mi recámara a causa de un infarto al que mi joven corazón no puedo resistir. Extraño que a mis 28 años mi corazón se detuviera, llevaba 3 años haciendo ejercicio moderado y mi alimentación era sana. Supongo que al final eso no nos excenta de un capricho del corazón.
Apenas volvió mi conciencia y me encuentro frente a lo que parece un tribunal. Mi vista es borrosa, casi todo es ocuridad y solo escucho murmullos en diferentes tonos por encima de mi cabeza. Mi cabeza! Acerco mi mano a mi cabeza y no puedo percibir nada sólido sobre mis hombros, no puedo siquiera sentirme si estoy de pie, hincado o acostado. Mi vista no ayuda y la percepción del volumen de mi cuerpo es un caos. Sigo mirando hacia arriba, que es de donde provienen los murmullos, y una luz me ayuda a divisar la silueta de 9 sombras de diversos tamaños. Cuerpos hechos de sombra.
No cabe duda, estoy protagonizando el gran juicio que define el destino de las personas después de su muerte. El juicio final del que todos hablaban.

De pronto, mi mente viaja de regreso a recorrer con todo detalle los momentos relevantes en mi vida, como si el deja vú más grande del mundo estuviera ocurriendo dentro de mi no-cabeza. Puedo apreciar el intento de asalto que pude detener por encontrarme en el momento justo cerca de esos dos hombres, también aquella noche en que di asilo en mi hogar a aquel niño que vagaba a media noche sin rumbo fijo, muchos momentos de los que incluso no recordaba. Casi todos, momentos que me hicieron sentir bien como ser humano, también algunos pocos que no me hicieron sentir orgulloso, aunque esos pocos sin un impacto mayor en las consecuencias. Y al final, el momento que hace unos minutos me había arrancado la vida: mi corazón se detenía y terminaba mi existencia en ese mundo.

El flashback termina y el murmullo entre las sombras se intensifica. No puedo entender nada de lo que dice aquello frente a mí, es como si estuviera en el fondo de una piscina intentandocomprender lo que dicen las personas en la superficie. El murmullo se detiene y la sombra más alta avanza un poco.

"Alma confundida, Los 9 jueces infalibles hemos visto a detalle lo que hiciste de tu vida mortal y te encontramos merecedor del placer de la vida eterna ... sin embargo, la manera en como decidiste terminar voluntariamente con tu propia mortalidad es un pecado que no puede ser perdonado ni pasado por alto por nosotros. Así que tu destino ya ha sido decidido, tu camino será trazado hacia el sufrimiento eterno!"


NO! ES UN ERROR! YO NO ME SUI ...
La luz que me permitía divisar vagamente las sombras desaparece lentamente y mi voz no la puedo escuchar ni yo mismo para mí. La oscuridad cubre mi vista por completo y siento como mi cuerpo, o lo que queda de él, se mece al ritmo que dictan estas aguas profundas sobre la barca.
Este es mi último momento de lucidés, es mi último momento de reflexión antes de perderme eternamente en el sufrimiento provocado por la falta a lo divino. Los relatos eran ciertos, el juicio final existe para todos, lo que nadie te dice es que puede resultar falible.